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En la homilía pasada por el Día de la Sagrada Familia el arzobispo Edmundo Valenzuela reconoció la existencia de las familias diversas en Paraguay. Las familias diversas existimos y siempre hemos existido. Si bien las palabras del arzobispo admiten este hecho, no dejan de establecer distinciones entre familias de mayor y menor categoría, de calificarnos como “moralmente irregulares”. Sin embargo, nuestras diferentes familias tienen en común que están conformadas en la base del amor y que queremos los mismos derechos para todas las familias, sin exclusiones, sin discursos de odio.


Existen numerosas iglesias cristianas que no establecen discriminaciones entre personas ni entre familias. Numerosas iglesias incluyen a las personas LGBTI+ y las familias diversas. Poseen autoridades que son mujeres y LGBTI+, celebran bodas de parejas lésbicas y gays, no estigmatizan a las madres solteras ni a las personas divorciadas o vueltas a casar. Específicamente dentro de la Iglesia Católica Apostólica Romana también hay cada vez más voces que claman por una apertura a la altura tanto de otras iglesias como de los tiempos que corren.

 

No obstante, más allá de las decisiones de la Iglesia Católica o de otras iglesias, es importante recordar que estamos en el siglo XXI y por lo tanto, ningún credo religioso, sea cual fuere, puede determinar nuestros derechos como personas y como familias. El Estado paraguayo en su Carta Magna establece que todas las personas somos iguales en dignidad y derechos por lo que no se admiten discriminaciones; nuestro Estado ha firmado y ratificado convenciones en materia de derechos humanos. Las religiones ya no pueden regir la vida pública ni ser impuestas a las personas. El Estado laico ha sido una de los mayores avances en la historia de la humanidad ya que permitió dejar atrás en gran parte las guerras religiosas y genocidios. 


La Iglesia Católica Apostólica Romana podría enmendar sus errores, pedir disculpas a sus fieles que en su gran mayoría forman parte de familias diversas. Nada menos que la máxima autoridad, el papa Francisco, ha pedido disculpas por los abusos sexuales dentro de su iglesia y por los crímenes cometidos contra los pueblos indígenas en la conquista de América. Resaltamos así mismo que el mismo pontífice se refirió a la necesidad de pedir perdón por cómo su iglesia trata a las mujeres y a las personas LGBTI+.  “¿Quién soy yo para juzgar?” dijo en una oportunidad. Quizás esas son palabras y acciones que acercarían a la Iglesia Católica local a ser una fuerza de paz, humildad y de amor.

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