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En las últimas semanas volvió a adquirir fuerza, bajo el hashtag #GiveElsaAGirlFriend —dénle a Elsa una novia, en inglés— la iniciativa en Twitter e internet en general para que Disney de un paso más en pos de la visibilidad LGBT.
Desde su estreno en 2013, Frozen rompió con muchos paradigmas y fue recibida por la comunidad LGBT con entusiasmo. Elsa es una princesa como ninguna. Let it Go, la canción que escuchamos hasta el hartazgo, se podría considerar como un himno al auto-reconocimiento, en el que la protagonista sale de su propio clóset. Oaken, el dueño del sauna en medio de la nada, es parte de una feliz familia homoparental. El argumento ataca contra todos los clichés de los cuentos de hadas, de príncipes y princesas establecidos por la extensa filmografía de la compañía. Si, Frozen es sin dudas la película infantil masiva más progresiva de todos los tiempos.
Parecería entonces que darle a Elsa un interés romántico lésbico sería un paso casi natural en la avanzada establecida para Frozen 2. Pero no es tan fácil. Figuras así son raras incluso fuera del universo ultra-heteronormativo de Disney. Nos han entregado ya una princesa india (Jasmine), una afroamericana (Tiana), una pelirroja que estaba más interesada en la arquería que en el matrimonio (Mérida), y hasta una que se hace pasar por varón en el ejército chino, suscitando muchas dudas a su luego-interés-amoroso (Mulán). Y ya es hora de que el gigante del entretenimiento mire a todos sus títulos para darse cuenta que ninguna de sus películas de estudio -no solo animadas- tienen a un personaje estelar LGBT. No abiertamente, al menos.
Es ya cansino escuchar los argumentos de siempre en contra: ¡PUEDE ALGUIEN PENSAR EN LOS NIÑOS!, acusando a diestra y siniestra de un lobby para pervertir a los infantes a través del adoctrinamiento. Pero el único adoctrinamiento aquí, como magistralmente lo ha señalado este artículo de Hipertextual, es empeñarse en no normalizar una realidad social y promover un solo modelo de familia y afecto. Porque esta es una batalla alrededor de ello: No se trata solamente de la representación de la comunidad LGBT, sino de la justa normalización.
¿De qué sirve la representación si seguimos manteniendo el velo de tabú con los niños?
Numerosos países ya tienen leyes de matrimonio igualitario, identidad de género y adopción de familias homoparentales. Pero de no derribar ese último bastión de los prejuicios, no podremos avanzar más.
Y la industria del entretenimiento tiene un poder maravilloso para ayudar a la consecución de este objetivo.
Así que, por favor, que Elsa nos presente a su novia.
Fotografía: Disney