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Es sumamente falso el estigma de querer culpar a la persona con VIH de su situación y nosotros como sociedad debemos revertir esto. La clave y el desafío es trabajar juntos hacia condiciones más justas y mejores para todos, sin distinciones de ninguna índole.


En primer lugar, debemos dejar en claro una vez por todas que hoy en día vivir con VIH no es sinónimo de muerte, sufrimiento o privaciones. Gracias a los agigantados avances de la ciencia médica, que no se detienen, vivir con VIH es igual a tener una condición crónica como la diabetes. La expectativa de vida, con los cuidados adecuados, es óptima; es posible llevar una vida plena y feliz. Una persona con VIH puede vivir una vida saludable si asume un cuidado responsable de su salud.

 

El tratamiento, gratuito gracias a Pronasida, posee pocas contraindicaciones y la persona no tiene por qué someterse a privaciones de ningún orden. Sí, no hay ningún problema para que una persona con VIH mantenga relaciones afectivas y sexuales, siempre con cuidado y responsabilidad. Explicar cómo las relaciones repercuten positivamente en la salud tanto física como mental es una perogrullada. Una persona que vive con VIH no tiene científicamente por qué renunciar al amor y al sexo si emplea las precauciones debidas para un disfrute seguro como ser el condón de látex o poliuretano y lubricante a base de agua. Además, es siempre importante consultar con el médico y seguir con la adherencia al tratamiento para mantener baja la carga viral para que esta llegue a ser indetectable. Si la carga viral es indetectable se reduce aún más el riesgo de transmitir el virus y hace imposible el desarrollo del sida.

 

En materia de VIH/sida se habla ante todo de una enfermedad social porque evidencia las carencias en materia de infraestructura sanitaria, la LGBTfobia, el machismo, todo tipo de discriminación, fundamentalismos religiosos, además de las desigualdades socioecónomicas y remontándonos aún más, la corrupción y la debilidad de las instituciones políticas.

 

“Queremos que llegue el momento en que una persona con VIH no tenga que esconderse para tomar su medicación”, decía la psicóloga comunitaria y consejera de la Clínica Kuimba’e, Mirtha Estigarribia. Esto implica desmontar numerosos estigmas, mitos, que impiden a las personas acceder o mantenerse en un lugar de trabajo o estudio. Las personas con VIH no son peligrosas, como tampoco lo son las personas que poseen alguna otra condición crónica. El VIH no disminuye en modo alguno la capacidad para el trabajo y/o el estudio. Afortunadamente en Paraguay disponemos de una ley que vela por los DDHH de las personas VIH; la Ley 3940/09, que puede leerse aquí.

 

El Centro Comunitario LGBT, con la Clinica Kuimba’e, ofrece consultas médicas y psicológicas gratuitas además de consejería y asesoría jurídica. Todos juntos, actuando como comunidad, podemos desmontar estos estigmas; ya hemos logrado avances notorios y esto es señal de que es posible ir aún más allá, hasta llegar al día en que a nadie se le ocurra discriminar a nadie por el solo hecho de vivir con VIH. Y quizás hasta podamos soñar con tener un presidente o presidenta que viva con VIH y que eso sea tan solo un detalle.

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