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En la nota “Mitos más comunes en torno al VIH”, establecimos las diferencias entre VIH y SIDA. En este artículo, ofreceremos una guía básica sobre lenguaje recomendado a la hora de referirse a diversos aspectos del virus y las personas que viven con él.
Antes que nada: ¿Por qué es tan importante el uso correcto de éstos términos?
Hay quienes podrán decir que son sólo palabras, pero la realidad es que desde el lenguaje se puede iniciar el camino de deconstruir muchos mitos y prejuicios. Ahí radica su importancia.
Esto tampoco es algo sacado de la nada, ni el capricho de unos cuantos; es una guía de términos aconsejados — subrayada por entidades como El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida - ONUSIDA — y de especial ayuda a la hora de comunicar de manera responsable y clara sobre el tópico.
El ejercicio básico será:
- Cómo NO se dice.
- Cómo se dice.
- Por qué se dice de esa manera.
Empecemos:
Cómo NO se dice: “Sida” (cuando se refiere al VIH) o virus del Sida
Cómo se dice: “VIH” (cuando se refiere al VIH)
Por qué:
El VIH y el Sida son cosas diferentes: Uno es el virus y el otro el síndrome, es decir, el conjunto de enfermedades e infecciones oportunistas generadas en la última etapa del VIH, cuando debido a éste el cuerpo se encuentra en estado inmunodepresivo (básicamente, sin suficientes defensas o sin defensas en absoluto). Por lo tanto, no existe ningún “virus del Sida”. Las personas con VIH que siguen el tratamiento de antirretrovirales existente en la actualidad logran una carga viral indetectable, haciendo imposible que desarrollen Sida.
Cómo NO se dice: “Murió de Sida”
Cómo se dice: “Murió de una enfermedad oportunista”
Por qué:
El Sida no mata. El Sida genera las condiciones para que cualquier otra enfermedad (como una gripe) que en condiciones normales sería manejable, se aproveche de la carencia de defensas y se convierta en mortal. Esas son las denominadas “infecciones oportunistas”.
Cómo NO se dice: “Paciente con VIH o Sida/Portador del VIH o del virus del Sida/Sufre de VIH/Víctima del Sida”
Cómo se dice: “Persona que vive con VIH”
Por qué:
Vamos por parte. El término “paciente” sólo debe utilizarse en el ámbito clínico.
El caso del término “portador” es el más complicado porque es corrientemente utilizado: Si bien es de uso común en otras enfermedades o afecciones, el VIH es un caso especial en sí mismo. No solo es una epidemia. Es una enfermedad social. Como tal, la carga de estigma es parte importantísima de la cuestión, al igual que el tratamiento médico.
Debido a esto, “portador” tiene doble connotación negativa: Para quien vive con el virus, es como si llevase una cruz; y para la sociedad en conjunto, como si el estado serológico de una persona fuera un peligro latente, como un arma. Lo mismo se aplica para las acepciones “sufrir” o “víctima”. Ambas evocan un sentimiento negativo. Por todo ello, es recomendable el uso de “persona que vive con VIH” (PVV). “Sida” sólo debe utilizarse en caso de ser público el diagnóstico clínico de tal.
Cómo NO se dice: “Grupos de alto/mayor riesgo/vulnerables"
Cómo se dice: “Poblaciones clave de mayor riesgo”
Por qué:
Las poblaciones son claves tanto para comprender la dinámica de la epidemia como para la respuesta a ella. Las poblaciones claves son distintas a las vulnerables, las cuales están relacionadas a un montón de factores de índole socio-económica que las expone a varias infecciones, además del VIH.
Cómo NO se dice: “Lucha contra el Sida”
Cómo se dice: “Respuesta al Vih/Sida”
Por qué:
Los esfuerzos no son para luchar contra la enfermedad, sino para dar respuestas integrales a la problemática compleja que significa, más allá del ámbito meramente sanitario.
Dichas respuestas tienen como fin no solo erradicar el SIDA, sino abordar las aristas y desigualdades de fondo.
Hoy, en el Día Internacional de las Respuestas al VIH-Sida, es una gran oportunidad para tomar en cuenta estas recomendaciones y, desde el lenguaje, ayudar a eliminar el estigma, comunicando de manera responsable sobre el tópico con el fin de favorecer el respeto y la dignidad de todas las personas.
El lenguaje no sólo es el límite de nuestro mundo, también es una herramienta potente para empezar a cambiarlo.