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Por Adrián Cattivelli Taibo (*) En Twitter: @adricati


En una sociedad tan rezagada en términos de conquistas sociales como la nuestra, no podía pasar desapercibida la publicidad que Café Belén insertó en su fan page de Facebook el domingo pasado, con motivo del Día de los Enamorados.

 
Fue, creo, la primera vez que vimos una propaganda inclusiva en el Paraguay. Bajo el lema “Celebramos el amor en todas sus presentaciones”, se mostraba a seis novios tomando café. Lo llamativo del caso era que, a más de la heterosexual, se sumaba al cuadro a una pareja gay y a otra lésbica. Nada del otro mundo, dirán en sociedades más avanzadas. Pero en nuestro Naranjal -al decir de una amiga diplomática- todo un escándalo capaz de levantar la más duras condenas.

 
En lo que a mí respecta, las reacciones adversas -aunque las hubo igualmente favorables- no me sorprendieron en lo más mínimo.

 
Cómo habría de asombrarme si siempre estuvimos a contramano de la historia. Fíjese usted, en Gran Bretaña, el voto de las mujeres se aprobó en 1928 -hace poco me enteré, gracias a la película “Sufragistas”, que recomiendo vivamente-; en Paraguay fuimos los últimos del continente en incorporar esta reivindicación social básica: recién lo obtuvieron nuestras pobres abuelas en 1961, antes de eso, eran meras espectadoras del proceso político.

 
Otro ejemplo. En el caso de la sanción de la ley del divorcio vincular (condenado por la Iglesia bajo cualquiera de sus formas), Uruguay fue el primer país de América en hacerlo, en el ya muy lejano 1907. Paraguay, el anteúltimo. Recién en 1991 aceptamos que los casados tuvieran el derecho no sólo a separarse, sino a rehacer sus vidas según su leal parecer y entender, sin interferencias eclesiásticas ni hermenéuticas bíblicas de ninguna especie. Antes de eso, las parejas que decidían "legalizar" su situación de hecho iban a casarse con un juez de Clorinda (otros, los más pudientes, traían el juez hasta Asunción).

 

En el caso de los homosexuales, que nadie se haga ilusiones. Nuestro legítimo derecho a casarnos para sumar bienes gananciales, compartir la seguridad social o heredar, se cristalizará dentro de un número importante de décadas.

 

En Argentina, el matrimonio igualitario fue una conquista alcanzada en 2010; en Paraguay, al ritmo histórico de “logros” sociales que llevamos, no será una realidad sino hasta 2060 o, en el mejor de los casos, 2045.

 

Pero es verdad, los derechos se ganan, nadie nos los concede de manera graciosa. Así las cosas, es mucha la militancia que deberá ejercerse para cristalizar en nuestra sociedad machista un logro del nivel del matrimonio homosexual. Mientras tanto, qué bien hace al espíritu y a la democracia saborear una publicidad con el rico aroma del café Belén.

 

Periodista (*)

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