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El día de los enamorados o día de san Valentín parte de la leyenda en donde las parejas debían casarse en secreto debido a la prohibición de un emperador romano.
Todos los años celebramos el 14 de febrero y qué mejor ocasión para recordar la diversidad que este poderoso sentimiento reviste: en nuestras familias -que también son únicas cada una- y nuestras parejas. Como nos enseña la leyenda: no hay adversidad que pueda contra el amor.
San Valentín debe ser un día de conquista para la comunidad LGBT; un día donde debemos mostrar al mundo que nuestro amor es tan común a la vez de especial como el de las parejas heterosexuales. Expresar amor no es un delito tal como lo explicamos con fundamentos jurídicos. Debemos ser cada vez más visibles. Jaime Parada, político e historiador gay chileno, nos dice: “[...] hago un llamado a hacernos cargo de nosotros mismos y que si se puede, que sepan que ayudaría mucho a cambiar el paisaje social que le tomen la mano a sus parejas”.
Expresar nuestro amor no solo es nuestro derecho sino que haciéndolo contribuimos a un cambio positivo en nuestro entorno. Mientras más visibles seamos, el resto de la sociedad verá cuán humanos somos, y así como somos humanos, también tenemos derechos.
Como Toni Reis nos dijo, la familia es amor . El amor es diverso, cada historia es diferente, así como cada familia pero el sentimiento es el mismo así como nuestra humanidad. Nuestras familias pueden estar compuestas por mamá-hijo, abuelos-nietos, tíos-sobrinos, hermanos, primos, parejas heterosexuales con o sin hijos así como parejas gays o lésbicas con o sin hijos. Estudiosos como sociólogos y antropólogos han clasificado diferentes tipos de familia en las sociedades humanas. Pero no es solo una cuestión de ciencia, sino también de amor.
La solidaridad se ejerce entre iguales; el amor y la empatía son claves para impulsar la solidaridad y recuperar la humanidad. En un entorno nocivo que crea fantasmagorías destructivas para intentar infundir odio en nuestras sociedades, destruyamos constructivamente tales fantasmas con la realidad misma: con los hechos de que somos humanos y amamos, de que el amor siempre puede más que el odio.
Hoy amar significa muchas veces la muerte, la prohibición, la persecución. La oscuridad, el secreto. Muchas parejas no pueden oficializar su unión, tienen prohibido amarse como las demás parejas. Esto es por ser parejas del mismo sexo; una injusticia inadmisible. Hay familias que sufren porque los verdaderos destructores de familia no soportan el verdadero amor y no descansan en su afán de destruir a todas aquellas familias que no respondan a ‘su’ modelo único de familia.
Nosotros no queremos que ninguna familia sufra. Queremos que todas las familias sean felices y puedan amarse con todos los derechos.
El panorama es sombrío; el odio quiere rebrotar y está creciendo. Pero no por eso nos debemos esconder. Sino que ante el embate de la oscuridad, de la tempestad, de la violencia mantenemos nuestras llamas encendidas y nos agarramos de la mano más fuerte que nunca. Aunque la marea esté alta y las olas sean peligrosas, si estamos unidos, permaneceremos de pie y seguiremos avanzando.
La leyenda de san Valentín reúne el mismo mensaje de amar a pesar de la adversidad. El relato nos dice que las parejas se amaban en secreto ya que el emperador quería que los jóvenes fuesen soldados a tiempo completo; el amor se interponía en sus planes de guerra perpetua para mantener y expandir los límites del imperio. Si bien es cierto que existen muchas variaciones de la leyenda -como ocurre con todos los mitos y cuentos folklóricos- sabemos que al final de la historia, tiempo después de la muerte de san Valentín, las parejas podían casarse libremente y vivir su amor sin necesidad ya de guardar un secreto.
Nuestras familias y nuestras parejas deben también poder ver la luz del día. El amor triunfa cuando no tiene que esconderse, cuando podemos circular libremente en las calles, agarrarnos de la mano, festejar esta fecha del amor y los demás 364 días del año como cualquier pareja o familia: una que es única pero al mismo tiempo igual al resto.